Vivir en una mentira: Sin capacidad hospitalaria, lo peor recién empieza

Por Editor Hugo







Ayer hubo 20 nuevos positivos. Estamos acumulando la cifra de muertes. La Clínica Nuestra Señora de Luján (UOM)  ya confirmó la saturación de las camas de terapia para pacientes con covid-19. Las 11 camas que aún quedaban disponibles para pacientes con covid-19 de la UTI del hospital San Felipe ya están saturadas al día de hoy. Lo peor de la pandemia recién está empezando. Aunque nos gusta creer que no es real. 

Cuando en abril publicamos la noticia que en España, Italia y Francia, los médicos se veían obligados a optar por cuales paciente podría luchar por sus vidas mediante un respirador en terapia intensiva, y a quien directamente se dejaría morir, planteamos que para mitad de año, esta situación de colapso sanitario llegaría a argentina, y a Ramallo, sin dudas. 

La interminable cuarentena, retrasó el momento de “el pico de la curva”. Pero se nos acabó el tiempo para prepararnos.  Los números de casos van en aumento, incluido Ramallo, tanto de positivos como de aislados y muertes.

Algo hicimos mal como sociedad. No es posible responsabilizar al gobierno nacional, provincial o local, de la conducta relajada que tenemos frente a la amenaza. Tuvimos una excelente respuesta inicial ante la pandemia, con los cuidados casi excesivos y el aislamiento absoluto, cuando aún no conocíamos nada del virus. y luego decidimos que “no era para tanto”

Estamos frente a la misma amenaza que en abril cuando teníamos miedo, en un escenario mucho peor y de extrema gravedad, con un colapso hospitalario real, y con la sociedad convencida de que “ya pasó el problema”. Queremos vivir en una mentira.

Mostramos los cadáveres en las calles en Ecuador, las tumbas comunes en Brasil, y el colapso sanitario en Perú y Chile (para no ir más lejos), y aun así, nos convencimos que esta situación no nos alcanzaría. 

La sociedad se cansó en el peor momento. 

La cantidad de muertos diarios en Argentina, después de 7 meses de cuarentena, alcanza a la mitad de los decesos diarios que Italia o Francia tuvieron en el pico de su catástrofe (con un sistema de salud muy superior al nuestro). Un número altísimo si tenemos en cuenta la cantidad de tiempo que llevamos en cuarentena y el terrible costo de destruir la economía, con el fin de nunca llegar al colapso hospitalario al cual, al fin de cuentas, llegamos igualmente. 

Un año perdido en casi todos los aspectos, y aun así, la situación que queríamos evitar, ya esta entre nosotros. Nos hicimos eco de medios que cuestionaban las cifras de positivos, que mostraban que no son reales, ni a niveles locales, ni provinciales, y por supuesto, tampoco lo son a nivel nacional. Ocultar con la lógica de no ser culpados, es común a todos los gobiernos. Aun en este escenario, la responsabilidad es nuestra, de los ciudadanos, y seguimos jaqueando el aislamiento y desafiando la amenaza.

No parece haber un decrecimiento a la vista, no hay una conciencia social de la gravedad del punto donde estamos parados, ni reacción civil que demuestre que volvemos a cuidarnos mejor, o que nos volvemos a “quedarnos adentro” un poco más de tiempo, y aguantar aunque no nos guste. Esta conducta, y el hecho de que la vacuna no llegará pronto, parece no alcanzar para empujarnos a ser más responsables. 

Hay varias fábricas casi vacías, oficinas enteras cerradas, bancos, y por lo menos 400 personas aisladas en Ramallo (estimaciones optimistas pero no oficiales, reconocidas -en off- por médicos locales). Lo peor está por delante. Y no queremos darnos cuenta que esta situación se agravará, habrá más muertes que lamentar, mientras siguen los encuentros públicos y familiares, y salas de espera llenas de gente, como si nada pasara. 





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