Las palabras «boludo» y «pelotudo» han evolucionado en el léxico argentino desde simples insultos hasta expresiones de camaradería entre amigos. Sin embargo, pocos conocen su origen, que se remonta a la época de los gauchos y sus luchas durante las Guerras de la Independencia.
Durante ese período tumultuoso, los gauchos argentinos se enfrentaban a un ejército conocido como el «Primer Mundo», cuyos soldados estaban bien equipados y entrenados en las mejores academias militares. Mientras tanto, los gauchos solo contaban con herramientas rudimentarias como boleadoras, facones y pelotas de piedra atadas con tientos.
Ante esta disparidad de recursos, los gauchos desarrollaron estrategias ingeniosas para nivelar el campo de juego. Organizados en tres filas, los «pelotudos» llevaban las pelotas de piedra, los «lanceros» portaban los facones tacuara, y los «boludos» manejaban las boleadoras.
Esta táctica requería una valentía extraordinaria por parte de los gauchos, quienes enfrentaban al enemigo con determinación mientras esperaban el momento adecuado para atacar. Los «pelotudos» golpeaban a los caballos enemigos para derribarlos, permitiendo que los «lanceros» pudieran embestir.
Con el paso del tiempo, estas palabras trascendieron su contexto original y se integraron al lenguaje cotidiano argentino. En 1890, un diputado nacional utilizó la expresión «no hay que ser pelotudo» para referirse a la importancia de no ser ingenuo o imprudente, haciendo alusión a la valentía de los gauchos en la guerra.
En la actualidad, «boludo» y «pelotudo» son términos comunes en el habla argentina, utilizados tanto de manera coloquial como afectuosa entre amigos. Estas palabras, que alguna vez estuvieron ligadas a la valentía y la astucia de los gauchos, ahora forman parte del rico tejido del argot argentino, recordándonos sus humildes orígenes en las llanuras de la historia. Cada vez que las empleamos, podemos reflexionar sobre su legado y su significado más allá de su apariencia superficial, solo para que no seas «boludo».