La situación claramente no es sencilla, la economía argentina hace rato no funciona, los precios suben día a día y las expectativas no paran de bajar. Se aleja cada vez más ese anhelo por tener una casa propia y vemos cada vez más cerca el vencimiento de las boletas de la luz, el agua y el gas. A todo esto podemos sumarle la falta de educación financiera que recibimos en este país, desconociendo lo que es ahorrar y mucho más lo que es invertir. ¡Ah! y no me olvido de la pandemia que recrudece lo antes mencionado.
Es entonces cuando aparecen las avivadas, los que se aprovechan de la situación, los oportunistas que engañan a las personas ofreciéndoles negocios inviables, que muestran la hilacha continuamente y se jactan de ser novedosos llevando a cabo prácticas que tienen más de cien años.
Cabe aclarar que las personas que aceptan formar parte de estos proyectos prometedores son víctimas de un sistema capitalista que los abandonó, dejándolos en un estado de desesperación y llevándolos a involucrarse en estos negocios que nada tienen de bueno.
El modo de operar nació en 1920 y se llama “Esquema Ponzi” por el nombre del creador. Carlo Ponzi fue un inmigrante italiano que llegó a los estados unidos y comenzó a decir que conocía la manera de hacer dinero con las estampillas del correo, por lo tanto si alguien le daba cien dólares, él a los tres meses le devolvería el total más el %50, es decir, ciento cincuenta dólares. El negocio era redondo y se hizo tan famoso que las personas hacían fila para darle sus ahorros y esperar recibir dentro de tres meses una bonificación. Sin embargo, no existía tal beneficio con la venta de estampillas, sino que Carlo en realidad pedía más dinero a una tercera persona para devolverle a la primera y así sucesivamente hasta tener deudas impagables, por las cuales estuvo en prisión gran parte de su vida.
Éstas estructuras piramidales fueron mutando con el tiempo y siguen vigentes hasta el día de hoy, con empresas gigantes que facturan billones de dólares por año usando la necesidad de las personas.
Un caso podría referirse a la firma Herbalife, una empresa que comercializa productos relacionados con la nutrición, el control de peso y las dietas deportivas. Comienzan ofreciendo los artículos para que lo consumas y luego para que lo vendas y así ellos quedarse con un porcentaje de la venta. De esta manera se forma la pirámide, donde uno tiene dos vendedores a cargo, que tienen dos cada uno y esos otros, dos más hasta formar una red. Es entonces cuando aparece la motivación por conseguir vendedores que trabajen para vos ya que genera un rédito mayor que la venta propia de los productos. Por eso verás personas muy insistentes en comentarte de que se trata el proyecto que tienen para vos, diciendo que tu personalidad es la adecuada para este tipo de proyectos ya que te ven potencial solamente mirando tu perfil de Facebook o Instagram.
Otro ejemplo podría ser Amway, con prácticas similares, donde los productos son una excusa para justificar los ingresos, aunque la ganancia está en meter gente a la estructura y no en consumar transacciones.
La idea de ser tu propio jefe siempre atrae, no depender de un superior es hasta excitante algunas veces, manejar horarios los que uno desea, trabajar sin sacarse las pantuflas, generar dinero con poco esfuerzo y armar una red de personas a cargo es el sueño de muchos. Solo que estas empresas no son las que te llevarán a lograr todo eso, sino que se aprovecharán de tu situación, te harán invertir los ahorros de toda la vida para que sumes puntos que algún día, con la mayor de las suertes puedas canjear por dinero.
Podés ser tu propio jefe comenzando un emprendimiento, desde uno que conste en vender macetas pintadas a manos hasta poner una remisería si invertis la plata necesaria. Ninguno te dará ingresos mágicos ni mucho menos trabajando poco. Ese es el costo de no querer depender de alguien, un esfuerzo que se triplica, que costará mucho más y seguramente, en caso de lograrlo, sea mucho más gratificante.
Sin embargo, y como puntapié para escribir esta nota, en la ciudad de Ramallo arribó una empresa de este estilo que dice dedicarse al transporte privado y te pide una inversión mínima de U$D 300 para ingresar a ella. Es un tanto curioso ya que no se ven vehículos que trabajen para ellos en ninguna parte del país. De igual manera, ostentan en su página de Facebook que día a día suman integrantes a su “familia”, personas que tendrán que conseguir que otros se sumen y así no perder su inversión. Es curioso como prácticas mundialmente conocidas y fuertemente criticadas no sólo resisten, sino que crecen día a día a costa de las necesidades propias de los ciudadanos argentinos, que tenemos nuestras complicaciones económicas y nos volvemos víctimas de estas corporaciones fraudulentas.