Al viernes 14 de octubre, el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), confirmaba que ascendía ya a 30 el número de ballenas muertas en el Golfo Nuevo, sobre el interior de Península Valdés.
Luego de tres semanas de encontrar el primer cetáceo muerto en la costa, los especialistas en el arduo trabajo realizado, que aún continúa, pareciera que encontraron la respuesta a los interrogantes.
Después de las tomas recolectadas en la mayoría de las ballenas muertas, en las cuales en algunas se dificultó por el estado de descomposición, el ICB confirmó la principal hipótesis que sostenía en un principio; “se debió a una floración algal nociva en el Golfo Nuevo, ocurrida entre fines de septiembre y principio de octubre”.
Murieron 26 especímenes adultos y 4 juveniles, de los adultos 19 eran hembras, 2 machos y 5 no identificados.
Desde hace una semana aproximadamente, no se han registrado nuevas muertes de ballenas, lo que coincide con un marcado descenso en la abundancia de la especie productora de toxinas paralizantes en el plancton y en los moluscos del Golfo Nuevo.
