Fuertes inundaciones azotan el sur de Brasil, dejando una estela de devastación y pérdida. Con 86 muertos, 134 personas desaparecidas y más de 844,000 afectadas, el estado de Río Grande do Sul enfrenta una tragedia sin precedentes. El desbordamiento de ríos y lagunas, junto con la rotura de una represa, ha sumido a 345 municipios en un estado de calamidad.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha prometido apoyo total para la recuperación del estado, asegurando que la burocracia no será un obstáculo. Lula, junto con su comitiva, visitó la región para coordinar esfuerzos de rescate y asistencia. El Congreso también se prepara para votar medidas de auxilio financiero urgente.
Las operaciones de rescate continúan mientras se teme que el número de muertos aumente debido al elevado número de desaparecidos. Más de dos tercios de los municipios del estado están afectados, con miles de personas desplazadas y servicios básicos interrumpidos.
Las imágenes de destrucción son desgarradoras: carreteras y puentes arrasados, deslizamientos de tierra y cortes de energía generalizados. La capital, Porto Alegre, está paralizada por las inundaciones, con el aeropuerto cerrado y el lago Guaiba desbordado.
La solidaridad se extiende más allá de las fronteras, con el Papa Francisco ofreciendo sus oraciones y apoyo a las víctimas. Mientras tanto, la población local lucha por sobrevivir y reconstruir en medio de la tragedia.