Carta de lectores. La inminente declaración de circulación comunitaria de Covid-19 en Ramallo nos tiene que hacer reflexionar (una vez más y van…) sobre nuestro accionar durante esta interminable y exasperante ciento-cincuentena. Está claro que el Gobierno nacional y provincial y sus medios afines la pifian cuando culpan a la gente, que demostró su solidaridad a través de la paciencia, lo que quedó más de manifiesto cuando iban cayendo como moscas las persianas de comercios y de trabajadores hacia la indigencia ante la imposibilidad de laburar.
Es igual de obvio que el hartazgo social empuja a muchos hasta a salir de sus casas para manifestarse aún a sabiendas de que las concentraciones de gente pueden matar a tus viejos, a tus abuelos y a vos mismo. En la provincia pasa lo mismo y ya no alcanza con la valiosa ayuda del Estado: ni el IFE, ni la AUH, ni la mar en coche. Lo que falta es dejarse de joder.
Hace una semana, el intendente de Ramallo hizo lo mismo que Alberto y Axel: culpar a la sociedad. Dijo que “la gente tiene que dejar de buscar culpables y ser responsable”. Una receta que quedó demostrado en la manifestación nacional de ayer, no da resultado.
Pero lo que dice este discurso de los tres estamentos estatales está lejos de ser impreciso: en inviable que, si los ciudadanos no nos hacemos cargo de no contagiar ni contagiarnos, el Estado pueda hacer algo al respecto.
1) Pedimos que se endurezcan los controles, algo tan necesario como el uso de casco para circular en moto o bici, pero que cuando nos toca que se lleven el vehículo, nos enojamos y decimos que estos controles son para recaudar.
2) Piden que se publiquen los nombres de los positivos, pero cuando uno de estos son de la familia nos quejamos de que el barrio te estigmatiza, porque si hay algo que sobra es la afinidad por el chusmerío, siempre que se hable de otros y no de nosotros.
3) Exigimos la presencia de policías en las entradas de los pueblos, pero somos los primeros en agarrar caminos rurales poniendo a prueba los amortiguadores para escapar de esos controles y nos quejamos porque los pocos uniformados con los que Ramallo cuenta no están atentos a los hechos delictivos de cada localidad. Si hay 5 policías por turno en Villa General Savio, por ejemplo, ¿cómo se reparten para patrullar, recibir las denuncias y estar paraditos ahí en los accesos?
4) Los comercios abren incluso cuando no pueden, pero si retrocedemos de fase, son los primeros que patalean porque deben bajar sus persianas.
5) Los mismos que dicen “mirá aquel, que lo mandaron de vuelta del trabajo porque dio positivo”, son los que dan la vuelta al perro sin barbijo.
La macana de todo esto es que nos estamos cagamos en los abuelos. Que sí o sí tienen que estar encerrados. A quienes perder el contacto social los enferma. Literalmente. Para un mayor, el contacto con la sociedad equivale a un vaso de agua en el desierto.
Y no hay que dejar de lado la falta de respeto y compasión que se le propina al personal de salud, a los empleados municipales esenciales y a las fuerzas de seguridad, que no tuvieron la opción de guardarse en sus casas. Su vocación es tan fuerte que no dudaron en poner el pecho como Cabral en la batalla de San Lorenzo. Esto nos convierte en ingratos e insensibles, además de irresponsables.
Ramallo puede llegar a perder la pequeña, casi ínfima, recuperación económica que estamos experimentando hace algunas semanas.
La pandemia ha permitido que el Hospital Gomendio avance como nunca antes, pero más allá del discurso oficial: si el virus empieza a recorrer las calles no vamos a poder evitar elegir a quién le damos asistencia respiratoria mecánica. Y a quién no.
Carta de lectores. Escrita por Julio. Villa Ramallo.