El derecho a la libertad de expresión se considera un requisito indispensable para la existencia de sociedades democráticas. Protege el derecho de todas las personas a expresarse libremente sobre sí mismas, sobre sus asuntos u otros de su interés, sean privados o públicos, así como el derecho a comunicarse y emitir opiniones por cualquier medio de comunicación, sin discriminación alguna.
Nadie va a minimizar la importancia de este derecho en la sociedad, sino todo lo contrario. Buscamos ponerlo en valor nuevamente. Creemos en él y lo defendemos como pilar fundamental de la democracia y de nuestro trabajo como periodistas y escritores.
Sin embargo, y es lo que me trae a redactar esta nota, hoy en día vemos un uso difuso -si se me permite la expresión- del mismo. Convivimos en un mundo virtual donde pareciera que todos estamos capacitados para opinar sobre cualquier tema o persona. Desde poner un comentario debajo de un posteo hasta citar la publicación para hacer toda una crítica o bajada de línea. Nos creemos capaces de opinar sobre el cuerpo de las personas, las decisiones que toman, la manera de criar a sus hijos, el color que eligieron para sus uñas, sus cabellos o sus lentes de contacto. Pensamos que tenemos la facultad de criticar desde una medida política a nivel nacional hasta la decisión de un gastronómico de Palermo de poner una empanada en un frasco.
Si bien es sano que esto ocurra, ya que la prohibición de esos comentarios podría ser lo más cercano a la censura que viviríamos en estos tiempos y no es lo que anhelamos. Cada uno -y me incluyo- debemos hacer un ejercicio previo a comentar o publicar cualquier cosa y se basa en hacernos las siguientes preguntas.
¿Mi comentario provoca algún cambio de paradigma en la sociedad?
¿Puedo ayudar a pensar aportando otro punto de vista que sume, en lugar de embarrar el terreno de las ideas o de la información?
¿Estoy realmente capacitado para dar mi opinión ante este asunto?, ¿Lo que declaro está basado en hechos que puedo comprobar?
¿Cuál es mi aporte a la comunidad realizando estos posteo en mis redes sociales?
Si luego de responder estas incógnitas usted resuelve que es pertinente compartir su opinión ante el resto de la sociedad, hágalo y con mucho gusto sus seguidores leerán lo propuesto. Caso contrario ahorre las energías y úselas en cuestiones que si provoquen algo sustancial en la comunidad, junte alimentos para los merenderos, barra las hojas de la vereda, lleve ropa a las organizaciones, adopte un perro, alimente un animalito de la calle, riegue las plantas, salga a caminar, apoye un emprendimiento de un amigo o cualquier otra cosa.
Yo formo parte de este equipo que escribe en Ramallo Informa, y lo hago con absoluta libertad, dentro de las reglas éticas que rigen al grupo de medios en el que que puedo expresarme con libertad, sin que me condicione quien sostiene al medio, o si gustará o no lo que pienso, e incluso, con la libertad de contradecir la opinión de cualquiera de quienes escribimos en el portal u opinamos en la radio, ya que de hecho, no pensamos de la misma manera en muchísimos aspectos. Ud mismo podría escribir una nota y enviarla firmada a Ramallo informa, y su opinión sería publicada de igual forma.
Si usted cree que su opinión es relevante para sus pares y sus seguidores, no hay nada de malo en ello. Solo me gustaría pedirle que no lo haga desde el anonimato, sino que de la cara. Para eso ya tiene las elecciones donde hace política a través del voto sin que nadie sepa a quién elige usted o a quién eligió el que entró antes.
Vemos hoy en día muchos perfiles fakes que son el escondite o la máscara que eligen las personas para bombardear con publicaciones todo lo que les molesta. Opinan de todo tipo de sucesos y cuestionan cualquier movimiento que hacen los de enfrente. De esta manera es muy sencillo llevar adelante una crítica, porque sin dar la cara, cualquiera opina de lo que sea, ya que no pone en discusión su vida privada, su capacidad (que seguramente es baja) y su estatus social.
Podríamos citar varios ejemplos que han surgido en nuestra localidad pero sería darles una difusión que no merecen. Por esto mismo, nuestro rol como ciudadanos que sí usamos nuestra cara, nuestros nombres y nuestros datos en las redes, es no darle validez a estos perfiles, no buscar información allí ni mucho menos ir a chequear el chusmerío que te contó tu vecina a través del tapial.
Reivindico la libertad de expresión, de criticar o elogiar sin pedir permiso, y la responsabilidad que nos exige escribir en un medio legalmente constituido, ya que cada palabra que decimos o escribimos, puede ser llevada a la justicia, a diferencia de quienes se esconden en un perfil falso, en cualquier red social. Y festejo a quienes no le dan entidad ni trascendencia a este tipo de posteos desde el anonimato.
Mi nombre es Joaquín de Freitas y me gustaría invitar a todos aquellos que escriben, opinan y critican escondidos detrás de un perfil trucho, que den la cara, que digan quienes son y dejen de comportarse como unos cobardes. Celebro la libertad de expresión y la defiendo a muerte, pues gracias a ella hoy puedo escribir esta nota. Solo pido que su uso sea el mejor, para que nuestra sociedad pueda convivir de la mejor manera posible.
Redacción de Noticias N.B.A.