Y sin embargo se mueve

Por GABY




Opinión. Vivimos en una sociedad que aparenta tener compartimientos sociales estancos inamovibles. Y digo inamovibles porque históricamente la gran mayoría de las personas que conforman el ámbito social nacen y mueren en el mismo estrato. El que nace rico muere rico, con excepción de eventuales malas decisiones, catástrofes financieras o excesivo despilfarro descontrolado. El que nace pobre muere pobre, salvo un golpe de suerte o alguna habilidad innata o adquirida que lo catapulte hacia sectores mas acomodados. O algo más…

Pero hay una clase social móvil… sus integrantes poseen ingresos fijos que le permiten vivir con cierta tranquilidad casi todo el tiempo y, cada tanto, subir algún peldaño dentro de su franja social. Otras veces, les toca bajarlo. Es la llamada clase media. Una clase que, si bien transita por la vida con cierta calma, si por cualquier causa perdiera sus ingresos periódicos no podría sustentarse más de unos pocos meses con todo lo adquirido durante años de dura labor.

Esa clase, cada tanto, es beneficiada con derechos que proporcionan los gobernantes de turno y, otras veces, perjudicadas por políticas que no favorecen a las mayorías, haciendo que su estilo de vida decaiga.

La clase media es móvil. Cuando se amplían derechos y beneficios asciende, sube unos escalones dentro de su franja y ve de cerca a la clase alta o media alta. Y se siente parte de alguna de ellas. Y actúa en consecuencia. A la hora de votar, pierde la memoria y vota como los ricos. Vota a los que favorecen a los ricos, a los que no quieren verlos en la misma playa a la que asisten, en el mismo bar o restorán. Son los que nacieron imbuidos en privilegios, muchas veces heredados de varias generaciones, y que poco tienen que ver con el esfuerzo personal. A quienes pertenecen a un grupo muy reducido de elegidos que pretenden, no solo que no se amplíe, sino que sea lo más reducido posible. Los que hacen beneficencia y caridad con sus sobras. Y cuanto más pobres haya, más lugares tendrán donde dejar sus desechos, sintiéndose heroicamente solidarios.

En el momento que el integrante de clase media mira hacia arriba y cree acercarse, o ser, en algunos casos, clase alta se siente bien y mira con desprecio a quienes no alcanzan su línea social, repitiendo el remanido discurso que reza “son pobres porque quieren” o “lo que tengo es porque me levanto a las 6 a. m. y tomo tres colectivos”. Y eso es falso…

Las políticas sociales de los gobiernos populares, generalmente, promueven la movilidad social y estrechan los márgenes de las escalas sociales, haciendo que los de más abajo accedan a beneficios antes reservados a los sectores más pudientes que los miran soslayadamente.

Entonces, parados en un nivel que sienten propio e imposible de perder, votan a una derecha que propende a la desaparición de las clases intermedias y llevarnos a una sociedad pre Yrigoyenista en la que el patrón hasta tenía su propia moneda para pagarle al peón. Y los beneficios se caen y se comienza un rápido descenso en la escalinata social, a pesar de que en la campaña proselitista les prometieron una vida mejor.

No acostumbro a dar consejos que no me piden, pero a mí me sirve ver cómo fue la vida del candidato que promete mejorar todo sin decir de qué modo lo hará. Le escapo a quienes vivieron escondidos en la billetera de la familia toda su vida previa, a quienes prometen más allá de sus posibilidades y podría agregar algunos detalles adicionales, pero no es este el momento.

Columna de opinión. Escrito por Dario G. Poletti





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